La historia del órgano en la Baja
Extremadura recorre un largo camino desde el siglo a nuestros días,
recogiendo a su paso la actividad de maestros castellanos y andaluces,
nombres y egregios de ascendencia vasco-navarra y otros originarios de
la región. Algunos de estos “maestros de fazer organos” se
afincarán en la Baja Extremadura abriendo talleres en los principales
centros artísticos (Badajoz, Zafra, Llerena, Jerez de los Caballeros)
para responder a una continua/ demanda por parte de iglesias y
monasterios, prolongando su presencia hasta nuestro actual siglo en un
intento de mantener la estética del órgano hispano.
Aunque no falten referencias anteriores al
XVI, será a partir de este siglo cuando se ofrezcan noticias abundantes
sobre la actividad organera en los pueblos bajoextremeños, que nos
permiten abocetar el panorama musical en esta centuria que, con el siglo
XVIII (el setecientos se presenta en su primera mitad como una secuencia
de la anterior centuria y en la segunda se engarza con el barroco
posterior) marcan las dos etapas más brillantes y revolucionarias de la
historial del órgano español, que tendrá su reflejo exacto, si bien
tardío, en Extremadura.
Renacimiento y
Protobarroco (ss. XVI y XVII)
Pareja a la actividad constructora
eclesial, se advierte a lo largo de todo el siglo un creciente interés
por dotar a las iglesias de instrumentos musicales con que solemnizar
los oficios litúrgicos siguiendo las disposiciones conciliares y
sinodales. Desgraciadamente no queda instrumento alguno de esta época,
por lo que nuestro/ conocimiento se ha de limitar a los testimonios
documentales sobre la composición de los órganos y sus autores. Abre la
lista de organeros en la Baja Extremadura el maestro sevillano
Jerónimo de León quien en 1535 se comprometía a atender los órganos
de la Catedral de Badajoz “cada y quando quel organista desta yglesia
dixere que ay neçesidad de se afinar”. Tal vez este maestro
perteneciera a la familia de los León oriundos de Toledo, uno de cuyos
miembros, Cristóbal, trabajaba en Sevilla en 1551 y años antes fue
organista y entonador de órganos en la Corte, gozando de la estima de
Antonio de Cabezón.
Más definida aparece la figura del maestro
Damián Luís personalidad distinguida en el arte de la organería
hispana del XVI. De origen portugués, viene a Badajoz desde Sevilla y
Jerez de la Frontera para afincarse en la ciudad pacense sirviendo los
órganos de la Catedral desde 1543 a 1570 para desde aquí proyectar una
serie de instrumentos para Extremadura (Arroyo de la Luz, Almendralejo,
Cáceres, etc.) y Castilla (Talavera de la Reina, Salamanca, Medina de
los Toros) y en los que da muestras de conocer las novedades que se iban
introduciendo en el instrumento, como “el temblante” que incluye en dos
de los tres órganos de la Catedral pacense.
Posterior en una generación a Damián Luis
es el toledano Gaspar Salazar de Santa Cruz discípulo del
napolitano Horacio Fabri, cuyos trabajos en Extremadura se documentan
entre 1587 y 1616. En 1592 aparece avecindado en la villa de Zafra
construyendo en su taller un buen número de órganos (Higuera la Real,
San Francisco de Zafra, San Miguel de Jerez de los Caballeros, Los
Santos de Maimoria, Fregenal de la Sierra...) en los que se refleja su
formación tradicional y su apego a la estética cincocentista que
transmitió a sus discípulos Juan Montero de Carvajal y Matías de
Fonseca que laboraron en la comarca hasta el segundo tercio del
siglo.
Del círculo toledano y en conexión
probable con Salazar de Santa Cruz, proceden los organeros Luis
Manzano y Melchor de Tovar que alternan sus trabajos en iglesias de
la Alta y Baja Extremadura.
De Andalucía suben los organeros
Sebastián y Juan de León, en labores de afinación y aderezo de los
órganos de las parroquiales de Hornachos, Fuente del Maestre, La Parra y
Burguillos del Cerro, completándose la lista de maestros del XVI con
Sebastián Maldonado, que en 1568 y en colaboración con el pintor
Antonio Florentino, vecino de Zafra, construye para la parroquial de
Villafranca de los Barros un “órgano de cinco ordenes”.
Secuencia del XVI, los maestros de la
primera mitad del siglo XVII no aportan novedad alguna a la estética del
instrumento, limitándose a repetir los esquemas tradicionales del órgano
analítico y a introducir paulatinamente los registros partidos, que ya
habían aparecido en Castilla en las postrimerías de la anterior
centuria.
En esta línea de fidelidad a los modelos
renacientes se mantendrá Juan Amador miembro de una familia de organeros
cacereños dela/ villa de Brozas, muy activos en la Alta Extremadura, que
hará acto de presencia en la Catedral de Badajoz y en la parroquial de
Santa María del Mercado, en el primer tercio del siglo. Pero será,
curiosamente, un maestro romano, José Lombardo quien introduzca
los registros partidos en los órganos de la Catedral de Badajoz en el
bienio 1624-25, siguiéndole el capellán Rodrigo Alonso en un
órgano de su invención para la parroquial del lugar de Talavera.
Pasada la guerra de secesión de Portugal,
que tantos estragos produjo en la economía bajoextremeña, aparecen en
Badajoz dos maestros sevillanos, Claudio de Ossorio y Antonio Pérez
trabajando, en la reparación de los órganos catedralicios, y
desplazándose el segundo a la ciudad de Jerez de los Caballeros para
construir un órgano de nueva planta para la parroquial de San Miguel. En
Llerena, abrirán un taller de organería Diego Gallego y su
hijo Alonso que llevarán a cabo un amplio programa organero para las
iglesia comarcanas encargándoseles en 1664 una obra que sospechamos
importante el órgano de la Colegiata de Zafra.
De toda esta intensa actividad organera,
solo subsisten en la Catedral de Badajoz el órgano de la nave de San
Blas, de finales del XVI, y del órgano de La Antigua, de comienzos del
XVII.
El Barroco Pleno (s.
XVIII)
Como en toda España, el siglo XVIII supuso
para el arte de la organería en Extremadura un auténtico siglo de oro,
durante el cual se acometieron nuevas construcciones de instrumentos
dotados de abundante lengüetería exterior dispuesta ante las fachadas de
las cajas, compitiendo éstas con los retablos y enriqueciendo los
espacios interiores de las iglesias con una magnificencia hasta entonces
desconocida, fruto de las nuevas corrientes estéticas del Barroco.
Protagonistas de esta nueva empresa musical vendrán a ser numerosos
organeros procedentes de los tradicionales centros castellanos (Toledo,
Salamanca, Madrid) y otros de ascendencia vasco-navarra, así como una
significativa nómina de maestros italianos y portugueses. Algunos de
éstos maestros echarán raíces en la Baja Extremadura estableciendo
talleres de organería en Jerez de los caballeros y Llerena.
Inicia la serie de maestros barrocos en la
provincia de Badajoz el salmantino José Hernández Martín,
introductor del sistema de ecos y de la trompetería exterior en las
iglesias bajoextremeñas, desarrolla entre 1716 y 1725, una gran
actividad constructora en toda la región (Trujillo, Cáceres, Plasencia,
Badajoz, Jerez de los Caballeros, Zafra, Villafranca de los Barros...),
desde la que tan solo restan los órganos de la Colegial de Zafra y el
órgano grande de la Catedral pacense, situado en el testero de la
sillería coral y envuelto en una espléndida caja barroca, obra del
escultor pacense Francisco Ruiz Amador.
En la comarca jerezana y en la frexnense
laboran entre ambos siglos un maestro de ascendencia vasca, José de
Aranda y Chavarría y los Olmedo y en Llerena abre taller Antonio
de Rivilla y Cerda hijo del toledano Roque de Rivilla, iniciando a
partir de la segunda década del siglo sus trabajos en la ciudad prioral,
desde donde atenderá a numerosos encargos en diversos pueblos de la Baja
Extremadura (Monterrubio, Alburquerque, Villafranca, Talavera la Real) y
en la misma Catedral de Badajoz, sentando las bases de una escuela
organera que ofrecería sus mejores frutos en la segunda mitad del siglo.
Hombre de cierta categoría en los
ambientes musicales pacenses hubo de ser fray Martín de Almazán
monje trinitario de la capital, a quien los capitulares confiaron en
1742 la atención de los órganos laterales del coro, tras conocer los
múltiples trabajos que realizara, algunos en colaboración con el maestro
Pedro Manuel en diversos pueblos de la región.
Pero será en la segunda mitad del siglo
cuando se advierta una mayor actividad constructora en centros tan
importantes como Jerez de los Caballeros y Llerena, cuyos talleres
servidos por acreditados organeros responderán a una amplia demanda que
rebasará incluso los límites geográficos de la región.
En Jerez de los Caballeros trabajan ahora
dos maestros importantes: Mascareñas y Andía. Don Gonzalo de
Souza Mascareñas y Acuña portugués “Caballero del avito de
Christo”, aparece avecindado en 1761 en la ciudad jerezana,
simultaneando sus trabajos de organero con el arte de la relojería en
pueblos de la sierra de Huelva, en la década de los sesenta despliega
una gran actividad, que le valdrá en 1771 el título de “artífice
maior de órganos” de la provincia eclesiástica de San Marcos de
León, Orden de Santiago, que más tarde ampliaría a otras Diócesis y
Catedrales (Badajoz, Plasencia, Ciudad Rodrigo...). Sus trabajos en la
Baja Extremadura incluyen diversos órganos y reparaciones en la
parroquiales de Jerez, Segura de León, Fuentes de León, Bodonal de la
Sierra, Nogales, Salvaleón, Valencia del Ventoso y en la Catedral de
Badajoz. Activo también en la Alta Extremadura, Souza de Mascareñas
lleva su arte a Castilla (Salamanca, Valladolid), con una importante
intervención en el órgano de la Catedral de Ciudad Rodrigo, que
fabricara Pedro de Liborna y Echevarría, y un órgano de su
invención - su última obra documentada - para la iglesia de Montealegre
(Valladolid), contratado en 1795. Francisco de Andía y Zagardoy
(1708-1786?), miembro de una familia de organeros navarros oriundos de
Olite y activos en Andalucía (Jaén y Cádiz), aparece en 1742 avecindado
en la villa de Fuente del Maestre, pasando después a residir
definitivamente en Jerez de los Caballeros. En 1763 construye el órgano
de la parroquial de Santa María del Mercado y en la década de los
setenta los de las parroquiales de Cabeza del Buey, Valverde de Leganés,
San Bartolomé de Jerez, acudiendo a licitar sin éxito en la obra del
órgano de la iglesia mayor de Fuentes de León y en 1780 al órgano de la
Catedral de Jaén, que realizaría F. Antonio de Madrid. Este mismo
año concierta dos órganos en Extremadura: uno para la parroquial de
Montijo (del que resta tan solo la caja) y otro para Santa Maria de
Brozas. Son sus dos últimas obras documentadas. Debió morir por los años
1785-86. De los instrumentos realizados por Andía solo se conservan los
órganos de Santa María de Brozas (recientemente restaurado por Gerard A.
de Graaf), San Bartolomé de Jerez de los Caballeros y Santa María del
Mercado de Alburquerque, este último muy reformado en el siglo pasado
En Llerena aparecen otros dos grandes
maestros barrocos, Larrea y Marchena que nos ha legado instrumentos
modélicos en su género.
José Antonio de Larrea y Galarza
aparece en 1749 afincado en la ciudad de Llerena concertando el órgano
de la arciprestal de Santa María de Jerez de los Caballeros, un
monumental instrumento de riquísima registración barroca envuelto en una
caja de siete calles, obra del tallista jerezano Juan Texero Jofre, que
desapareció, víctima de un incendio en 1965. La actividad del maestro
Larrea se intensifica en la década de los cincuenta con nuevos órganos
para las parroquiales de Los Santos de Maimona, Valencia de las Torres,
Santa María de Fregenal y Santiago de Don Benito, culminando en el de
San Martín de Trujillo realizado entre 1759 y 1761, para más tarde
llevar su arte a otros pueblos de la Alta Extremadura (Garrovillas de
Alconétar, Cáceres) y Ávila (El Barco de Ávila). El nombre de este
organero ha quedado inscrito con destacados relieves en la historia del
barroco hispano con el órgano de San Martín de Trujillo, obra maestra
del XVIII.
Coetáneo de Larrea, el organero José
Marchena reparte su actividad en la provincia de Badajoz entre el
ocaso del XVIII y comienzos del XIX. En 1780 se encarga de la hechura de
órgano en la parroquial de Los Santos de Maimona en sustitución del
construido, treinta años antes, por el citado Larrea: es obra de gran
empaque y uno de los mejores ejemplares barrocos conservados en la
provincia de Badajoz, como lo fueran también los de las parroquiales de
Almendralejo y Fuente de Cantos, desaparecidos en 1936. Su última obra
documentada -entre 1806 y 1816 fue un órgano de modestas proporciones
para la ermita de Nuestra Señora de Flores de Bodonal de la Sierra, en
la comarca frexnense
Junto a estos maestros radicados en Jerez
y Llerena, precisa registrar la presencia en la Baja Extremadura de dos
maestros madrileño que traen, a finales del siglo, las novedades de la
estética neoclásica: Tomás Risueño que en 1780 construye el
órgano de Santa María de Mérida y tres años después el de la iglesia
de Segura de León, y Manuel Risueño a quien se deben el
órgano de la parroquial de Fuente del Maestre (1807) y trabajos menores
de compostura en Torre de Miguel Sesmero y Valencia del Ventoso.
Completamos el mapa organero bajoextremeño
con los nombres del portugués Pedro Núñez de Silva que en 1701 compone
el órgano de Santa María de Alburquerque, y los italianos Figuelli,
Pascaly Caetanus Oldovini, autor del órgano de Santa María de Olivenza y
obra cualificada en las Catedrales de Evora, Faro, Beja y Elvas, y, por
último, Carlos Rigolli que ya en pleno siglo XIX limpia y afina el
citado órgano oliventino.
Siglos XIX y XX
El siglo XIX conoce el ocaso del órgano
español, que durante más de trescientos años se había ido conformando
con rasgos peculiares dentro del panorama musical europeo. Dos
acontecimientos luctuosos hicieron presa en el patrimonio organero que a
principios del XIX se ofrecía intacto en las iglesias extremeñas; la
guerra de la Independencia y los decretos desamortizadores. Pese a la
situación deplorable en que se sumió el ambiente musical, una nueva
generación de maestros, procedentes en su mayoría del exterior, se
aprestaron a la restauración y mantenimiento de los viejos instrumentos
y a la construcción de otros de nueva planta en los que se introducen
tímidamente algunas novedades románticas ya presentidas en las
postrimerías del XVIII. Junto a esta presencia foránea cabe reseñar la
existencia de talleres locales, algunos, como el del Marqués de
Matallana en Jerez de los Caballeros, de singular importancia en la
modesta historia del órgano bajoextremeño en el siglo XIX.
El organero más activo en Extremadura fue
el leonés, de Valderas, don Benito Baquero quien, tras sus
primeros contactos con las iglesias de la alta Extremadura, en l845 era
llamado por el Cabildo! de Badajoz para restaurar el órgano de La
Antigua, en el que puso secreto y teclados nuevos, incorporando además
un registro partido de Clarín. Poco antes, un organero italiano, Juan
Beltrán delle Rovede, había reparado los órganos catedralicios y
fabricado para la parroquial de San Andrés de la misma ciudad un órgano
de su invención. En similares obras se empleó Rodríguez,organero
de la Catedral de Ávila, a quien los capitulares pacenses confiaron en
1869 la restauración del órgano mayor, para más tarde ocuparse de otras
composturas en los instrumentos de la parroquial de Ribera del Fresno y
del la Ermita de Nuestra Señora de Coronada en Villafranca de los
Barros. Y ya en 1909 construye el órgano del Monasterio de Franciscanas
Concepcionistas de Fuente del Maestre Pedro Bernardi miembro de
una familia de organeros genoveses que en el último tercio del XIX
desarrollaron una gran actividad en la provincia de Cáceres.
Los talleres jerezanos resurgen, gracias
al mecenazgo del Marqués de Matallana, con el maestro Manuel Marcos
sevillano, que en 1863 construye el órgano de la parroquial de Alconchel,
y con su hijo Alberto Marcos Borrachero, autor asimismo del
parroquial de Fuentes de León, y del cuidado de otros muchos dispersos
por la geografía de la comarca. Obras, en suma, de gran modestia, como
lo fuera la labor desarrollada en Fregenal por el maestro Manuel
María González autor de los órganos de las carmelitas de Fuente de
Cantos y del Santuario del Cristo de Ribera del Fresno y a quien se le
encomendaron las reparaciones de múltiples órganos. En la misma comarca
frexnense aparece -y es caso no repetido en toda la provincia de Badajoz
- un ejemplo romántico en el Santuario del Señor de la Humildad de
Higuera la Real Es obra del italiano Nicolás Bolasi y data de
1896.
En el presente siglo se registra la
instalación de un órgano sinfónico en la Catedral de Badajoz (1925),
debido al famoso organero alemán Albert Mercklin, y un capítulo
doloroso de destrucciones en la última guerra civil. Pasada la contienda
y tras la instalación de algunos órganos tubulares (parroquiales de
Almendralejo, Llerena, Fuente de Cantos... debidos a Organería
Española), razones de tipo económico y absurdas motivaciones
pseudopastorales relegaron al silencio las nobles armonías de los
órganos tradicionales. Hoy día se advierte un creciente interés por
devolver la voz a estos venerables instrumentos, precioso testimonio de
la mejor historia de la música en la Baja Extremadura. |