JUAN RODRÍGUEZ

| GRUPOS DE MÚSICA POPULAR   

 Bonifacio Gil, Isabel Gallardo y El Cancionero Popular de Extremadura

Investigador y Biógrafo de los Folkloristas Isabel Gallardo y Bonifacio Gil


I. Don Bonifacio Gil

Nació don Bonifacio en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), en 1989. Fue músico, escritor y folklorista. En 1923 opositó a Director de Bandas Militares y fue destinado forzoso a Badajoz en junio de 1924, a los 26 años, como Director de la Banda de Música del Regimiento Castilla nº 16. Estuvo al frente de la Banda hasta diciembre de 1947, en que se trasladó a Madrid.

En Badajoz desarrolló una gran actividad: dio conferencias,  fundó el Conservatorio de Música (1927), creó el Orfeón de Badajoz, formó parte del Centro de Estudios Extremeños... Aquí se casó también con una extremeña, Loli Muñoz.

En 1931 publicó el primer tomo de su Cancionero popular de Extremadura. Con él obtuvo en 1932 el Premio Nacional de Música (compartido con otros dos concursantes), dotado con mil pesetas. Tras la guerra obtuvo numerosos premios, realoizó “misiones de recogida de material folklórico” en distintas provincias, pronunció conferencias, etc. En 1964 falleció en Madrid.

Enrique Segura (catedrático de Lengua en el Instituto “Zurbarán” de Badajoz) le denominó “músico inteligente, culto y bondadoso”; pero fue el poeta Manuel Monterrey quien nos dio la visión más idílica de don Bonifacio, en el siguiente soneto (Medallones extremeños, Badajoz, 1945):

La vereda, el camino y el sendero
trilló, buscando en el cortijo o chozo
el romance extremeño, aquel que el mozo
o el zagal aprendió del cortijero
¡Qué lindo acompañado del pandero,
de la flauta o rabel! ¡Qué intenso gozo
verlo bailar, con cándido alborozo,
en fiesta, a estilo campero!
Buscó la copla popular, la fina,
la que dice con acentos pasionales
los secretos del alma femenina
La que escuchó en veladas invernales
al amor de la lumbre, en la cocina,
a yegüeros, pastores y zagales

Sin embargo, a través del legado de doña Isabel Gallardo, encontramos otra visión, menos idílica y más real, de la labor de don Bonifacio. También el legado de don Bonifacio nos podría ayudar. En 1998, la Consejería de Cultura del Gobierno de la Rioja, procedió a organizar el Catálogo de la Biblioteca de Bonifacio Gil García (formada por el archivo y biblioteca donados por sus herederos) en la Biblioteca Central de la Rioja (Biblioteca de Bonifacio Gil. Catálofo, Logroño, 1998; y entre el Legado de Bonifacio Gil destaca la numerosa correspondencia de don Bonifacio, relativa a la recopilación de canciones para sus distintas obras; por ejemplo, para el Cancionero infantil Universal, hay 87 cartas, fechadas entre 1956 y 1957.


II. Doña Isabel Gallardo de Álvarez.

Nació esta folklorista en 1879 en Orellanita (Badajoz). Allí su padre tenía una tienda y se dedicaba a vender jabón. Pronto la familia se trasladó a Villanueva de la Serena, donde el padre levantó una importante fábrica, conocida popularmente como la “Jabonera”. En Villanueva se casó Isabel, y unos años después, se trasladó a vivir a Badajoz, donde murió en 1950.

Entre sus obras podemos citar especialmente los diez artículos sobre folklore extremeño publicados en la Revista de estudios Extremeños, entre 1942 y 1950. Doña Isabel mantuvo una relación personal y/o epistolar con muchas personalidades, en el terreno artístico y cultural de su época; pero, la amistad más fructífera para el folklore extremeño fue la que mantuvo con don Bonifacio. Ambos colaboraron de forma continua y lograron premios en varios concursos.

En esta colaboración, el derroche de doña Isabel fue infatigable, y generalmente no suele resaltarse, a pesar de que basta hojear los trabajos de don Bonifacio para asombrarse de la cantidad de páginas (con canciones, romances, juegos, tradiciones...) debidas a doña Isabel. En 1940, por ejemplo, escribe doña Isabel a Antonio Rodríguez-Moñino: “Como yo no sé apenas música y don Boni no sabe cómo jugábamos aquí de pequeños, de ahí nuestra necesaria colaboración”.

Don Bonifacio, consciente de esta deuda impagable, la cita siempre en primer lugar en la nómina de sus colaboradores. En el primer tomo del Cancionero (1931) señala: “No terminaré sin dar rendidamente las gracias..., a doña Isabel Gallardo de Álvarez..., que me ha facilitado innumerables canciones”. El 24 de junio de 1934, el periódico “Hoy” publicó una entrevista a don Bonifacio, donde cita a “doña Isabel Gallardo de Álvarez..., que tanto contribuyó para la formación de nuestro Cancionero”.


III. El Cancionero popular de Extremadura (1931 y 1956)

Es en esta obra el ejemplo más  claro de la ayuda que presta doña Isabel a don Bonifacio. En el tomo I, por ejemplo, hay 27 canciones de doña Isabel, localizadas en Villanueva de la Serena, lo que supone casi un 7%. Pero no es esta la ayuda más importante que doña Isabel presta a su amigo Bonifacio. Es aún más importante la labor que realiza doña Isabel proporcionándole informantes, prácticamente trayéndoselos a casa.

Doña Isabel, cuyos comienzos fueron humildes, es en estos momentos una persona rica, dueña de una dehesa cercana a Badajoz. En esta dehesa viven varias familias de trabajadores fijos, y por allí pasan numerosos trabajadores temporeros (cortadores de uva, podadores de olivos, aradores, escardadores...). Además, doña Isabel tiene a su servicio, en su casa, de forma fija o temporal, a varias mujeres (criadas, doncellas, costureras, modistas, cocineras, pastoras...).  Por este motivo, la mayoría de las informantes de las que don Bonifacio indica que son “sirvientas”, están relacionadas con doña Isabel.

Si repasamos la docena de interesantes Dietarios que dejó escritos doña Isabel, y en los cuales anotaba escrupulosamente las incidencias de cada día, podemos ir descubriendo allí muchos de los nombres que aparecen como informantes en los dos tomos del Cancionero.

Hay, por ejemplo, una señora de Villanueva de la Serena, Paula Carmona, que estuvo toda su vida al servicio de doña Isabel (en 1942, aparece en el Dietario como cocinera). Paula, por supuesto, es un informante de don Bonifacio; aporta una canción en el tomo I. Como también son informantes, por ejemplo:

a)  María Nieto: Es de Villanueva, vive en Badajoz con doña Isabel, aparece en los Dietarios como criada, que lava la ropa, etc. Aporta 18 canciones en el tomo I.

b)  Su hija Carmen Nieto, También de Villanueva, aparece en los Dietarios como criada de la hija de doña Isabel. Aporta 4 canciones en el tomo I.

c)  Francisca Nicolás Calderón, denominada familiarmente “la Calderona”. Esta señora viene a Badajoz desde Villanueva en la Navidad para hacer la matanza de doña Isabel y ayudar en la casa en esta época en que viene su hija, yerno y nietos desde Portugal. Aporta una canción en el tomo I.

d)  Matilde Lama: aparece en el Dietario de 1940 como cocinera suplente. Es de Don Benito. Aporta 1 canción en el tomo I.

e)  Constantina Cedillo, de Santiago de Carbajo (Cáceres), aparece como nueva doncella en el Dietario de 1940. Aporta 4 canciones en el tomo II, donde aparece como “sirvienta”.

f)   Isabel Parrado, de Higuera de Vargas (Badajoz), aparece como cocinera en el Dietario de 1940. Aporta 4 canciones en el tomo II, donde aparece como “sirvienta”.

g)  Ana Márquez, “Anita”, una niña de Badajoz, hija del hortelano Francisco Márquez, aporta dos canciones en el tomo II.

h)  Bárbara Vázquez, “Barbarita”, de Barcarrota (Badajoz), hija del carpintero Miguel Vázquez, en el Dietario de 1940 aparece ayudando a la limpieza. Aporta una canción en el tomo II, donde es citada como “sirvienta”.

Podríamos continuar las citas; pero, si esta aportación de informantes es destacable, no lo es menos las facilidades que doña Isabel proporciona a don Bonifacio.

Doña Isabel tiene muchas amistades y conocidos, por lo que, además de poner a disposición de don Bonifacio su casa de Badajoz y la de su madre en Villanueva de la Serena, le va a abrir las puertas de localidades como Orellanita (su pueblo; aquí la recogida la hizo don Bonifacio en la casa de Mª Eugenia Díaz, prima de doña Isabel), Orellana la Sierra (en casa de Antolina Ruiz, prima de doña Isabel), Navalvillar de Pela, etc.

A estas casas traían a gente del campo y le pagaban para que cantasen. Así se formó buena parte del Cancionero. Esa es también la razón, por lo que a pesar de llamarse el Cancionero de “Extremadura”, la Alta Extremadura apenas se representa en esta obra y, por lo que respecta a la Baja, el contenido se refiere mayoritariamente a las comarcas de La Serena y La Siberia, la “zona de influencia”, de doña Isabel.

En 1993 entrevisté, junto a mis amigos Antonio Sánchez y Tomás Tello, a una señora de Orellanita. Esta señora, Esperanza Corraliza (cuya madre era prima de doña Isabel) nos contó que, después de la guerra, vino un señor a casa de su madre:

  • Bonifacio se llamaba. Y se echó un bando que to el que supiera canciones antiguas y eso, que fueran allí. Y les daba, entonces había mucha necesidad, les daba a unas, diez pesetas, a otras, cinco, según... Todo el mundo iba a cantar allí. Y él cogía la música y cogía la canción. Hizo un libro con canciones extremeñas.

  • ¿Dónde os convocaba a cantar?, ¿en el ayuntamiento?

  • Ahí en casa de mi madre, en la sala de mi madre...Doña Isabel no vino, mandó uno de allí, Bonifacio, a recoger las canciones. Parece que estoy viendo al señor aquel que vino..., y una iba, otra venía..., como la daba a lo mejor diez o cinco pesetas, y era quizá el año del hambre cuando había tanta necesidad... Estuvo en casa de mi madre, que vivía ahí en la plaza..., y ahí estuvo, en la sala estuvo él sentao haciendo lo que...cogiendo las cosas, las canciones que le cantaban... Ese señor tenía una gratitud por doña Isabel; en tos los libros que publicó siempre, siempre se acordaba de ella... Era un señor también tímido y muy educao.

La propia doña Isabel reconocerá en una carta a Antonio Rodríguez Moñino, en 1940, que: “Yo no me sentí coleccionista folklórica hasta que...escuché nuestros aires regionales en la audición dada por el bueno de don Bonifacio, a quien tanto debemos los extremeños. Entonces me propuse ayudarle en su noble empeño y buena parte del “Cancionero” se hizo en mi casa. Traíamos gente del campo, pagándola parqa que cantasen, como también le ayudamos así en Villanueva”

 

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